Quien tuvo un maltés jamás querrá otra raza, me dijeron una vez, y funcionó para mí. Con mi primera maltesita descubrí las virtudes de esta maravillosa raza. Su mirada profunda, atenta y vivaz, siempre pendiente de su dueño; la dulzura natural de sus gestos, su increíble pelaje blanco y sedoso (verlos correr es una fiesta para los ojos, parecen flotar).
Su buen carácter es permanente: son muy sociables, y su inteligencia para aprender rápidamente hacen que te enamores a primera vista.
Son ideales para niños y adultos mayores, pero hay que tener presente que no son un peluche aunque lo parezcan; en manos inexpertas, pueden correr serios riesgos.
Si pensás compartir tu vida con un maltés, tenes que organizarte para que pase el menos tiempo posible solo, si no lo estarás condenando al sufrimiento y la frustración. Es un perro de compañía, y como tal, necesita cumplir con esa función.
Trabajo con alma
Como explica el psicoterapeuta Thomas Moore, el trabajo con alma, es el que nos permite expresar nuestros valores en un contexto ético, el que nutre al contexto en que vivimos, empezando por el entorno más cercano y tangible, y es el que expresa aquello que nos hace únicos aunque muchos hagan la misma tarea. En esta profesión he encontrado un lugar en el universo, es de verdad lo que quiero hacer. Esta bendita tarea me conecta a diario con la vida, con la ternura, y a veces con el dolor. Pero es lo que elegí, y sé que en todo momento LO QUE HAGO ES LO QUE SOY.
Diana Dumont
criadero Kyon Argos